Han sido dos días memorables. La noche del martes, Madrid era un clamor cantando junto a nosotros ‘Santa Bárbara bendita’. La llegada a Sol queda grabada para siempre en mi retina. Y fue solo el prólogo de lo que aún quedaba por suceder. La manfiestación dejó claro que contamos con grandes apoyos, que han quedado patentes en la multitudinaria afluencia de gente.

El día de mañana espero poder sentarme junto a Telma, mi nena, que ahora tiene ocho meses, y  contarle todo esto que durante veinte días he estado compartiendo con los lectores. Quiero que tome ejemplo, que sepa que en la vida hay que luchar, que levantarse. Que las cosas no vienen dadas, y que cada generación tiene que coger el relevo de la anterior para mantener lo logrado. Esa lucha la estamos viviendo ahora, y tendrá que participar ella también cuando llegue el momento. Quiero que viva las cosas en primera persona, que se implique, que no espere que los demás lo hagan por ella. Yo, en cierto modo, también estoy en esta causa para dejarle a mi hija un mundo mejor, y ella debe hacer lo mismo por los suyos. Con esto y mi permanente agradecimiento a los encerrados, así como a todas las personas que han hecho posible esta marcha del carbón, quiero despedirme de todos los que habéis seguido nuestro día a día.