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Adrián Ausín

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¡Adiós Penichette!

(El río Lot 5)

Tras una semana de navegación, la vida fluvial a bordo de un barco se ha hecho hábito. El domingo, penúltimo día, despiertas en Cahors atracado junto a otra barca de alquiler. Su único ocupante vino de visita la víspera para preguntar cuándo zarparíamos, pues quería pasar las esclusas en comanda, pero él iba río arriba y la pareja astur río abajo. En un par de ocasiones has visto a dos barcos meterse juntos en la esclusa. Hay sitio para dos. Pero a ti no te ha tocado nunca. Ahora, hacerlo solo tiene que ser una pequeña pesadilla. Cahors es la población más importante del trayecto. Tiene una afamada catedral, un puente del siglo XV y un tamaño curioso. Sin embargo, un sábado noche te costó encontrar un restaurante en el único repostaje alimenticio que harás fuera del barco. Hasta que, una vez preguntado en la calle, das con una gran elección: el bistrot de Lisa. Original, animado y con unos platos superelaborados. Pero con el vino bastante caro para su calidad en una región con producción propia. Ya se sabe que los franceses se venden mejor. Si tuvieran los quesos de Asturias o los vinos de España…

 

 

 

 

 

 

 

 

En la ida has parado a dormir en Parnac, Paradine, Vers y Saint Cirq Lapopie. En Paradine das con una buena panadería donde comprarás una hogaza que te dura casi toda la semana. Te la recomienda en plena calle una mujer que enseguida delata tu condición hispano. “Soy hija de españoles”, revela. Ya en un español lleno de ‘ges’, con una cierta dificultad, la mujer te cuenta sus veraneos en… ¡Torrelavega! Tú omites cualquier apelativo sobre tamaño destino limitándote a asentir. Destaca las mariscadas que se ha pegado muchos años en el Cantábrico y cuenta a continuación cómo ya no puede permitírselas, pues los precios se han disparado en España. Cruzar los Pirineos ya no es sinónimo de chollo, de modo que opta por llevar la clásica furgonetona donde hace la vida en vacaciones. Te despides. Otro hombre, bastante viejo, que te explica que la llave para abrir una esclusa automática debes de tenerla en el barco también es hijo de españoles. Llegó a Francia de pequeño y te sorprende ver cómo habla un castellano casi ininteligible, del que apenas comprendes una palabra de cada tres. Hay sangre española abundante por nuestro país vecino, también hay una evidente vecindad que sigue sin animarles a poner un solo cartel en español. Solo francés, inglés y alemán. No dan el brazo a torcer estos gabachones.

 

 

 

Toda la gente con la que tratas, sin embargo, será correcta, educada, amable. Una mujer en su huerto, a la que pegas un susto sin querer. La panadera que te había cobrado cuatro euros de más. Los tripulantes de otras embarcaciones; sobre todo, franceses y británicos, con los que te topas a veces en las famosas esclusas. En Vers descubres el clásico pueblo de tamaño medio y belleza natural. Tiene un camino paralelo a un río, afluente del Lot, donde descubrirás un pozo en el que te bañas tres veces. Es un pequeño paraíso perdido, con libélulas de varios colores pululando a tu alrededor y pequeñas cascadas donde te puedes masajear. Lapopie es el clásico pueblo perfecto, encaramado en el monte, con amplísimas vistas. Desde aquí te harás una ruta en bicicleta donde no dejas de ver la clásica casa de campo francesa perfecta, construida en piedra, con unos jardines siempre llanos, salpicados de árboles y arbustos de tamaño medio. El país plano irradia perfección, armonía y, también, un punto de sosería. Falta un latino tocando el bombardino, gritando o haciendo un poco el gamberro.

 

 

 

 

 

En Parnac vuelves a atracar la última noche. Das una limpieza integral al barco. Sales a dar una vuelta, entre viñedos, casas perfectas, esos jardines simétricos, plantaciones de nogales, anuncios de venta directa de vino de Lot. Curiosamente, pese a la amplitud de este pueblo disperso, no hay un solo comercio. Tal parece un lugar de retiro. La última cena en el barco consiste en foiegrass, queso, tomate y vino francés. Te vas al camarote un tanto cabizbajo. Cuando a la mañana siguiente te separas del Penichette 1107 en Luzech es como un pequeño desgarro. Te has habituado a vivir en un barco desde el primer instante. Lo imaginas en el Piles, atracado junto al parque Isabel la Católica. Y se lo propones a la esposa. Ella ríe. Tomas la carretera que discurre paralela al río por donde has navegado. Rumbo a Toulousse y de ahí a los Pirineos. Toca la segunda parte de las vacaciones. El Penichette te ha dejado tocado. Pero no hundido.

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Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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