A lo largo de la semana pasada ha continuado la presentación de resultados empresariales, hasta el punto de haberse dado a conocer ya el 80% de empresas en EE.UU y el 66% en Europa, lo que ha ayudado a mantener un tono positivo en las bolsas. En relación a los bancos centrales, en Reino Unido, el Banco de Inglaterra ha subido los tipos de interés por primera vez en una década. Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra reconoce que la decisión de abandonar la UE está teniendo un efecto notable en las perspectivas económicas. El Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra ha decidido el pasado jueves elevar los tipos de interés de Reino Unido en 25 puntos básicos, situando así la tasa de referencia de la libra esterlina en el 0,50%, en lo que representa la primera subida de los tipos de interés en el país desde julio de 2007. La decisión, adoptada por una mayoría de 7 votos a favor, frente a 2 votos en contra, devuelve la tasa al nivel que mantenía hasta agosto de 2016, cuando la institución decidió rebajar los tipos en un cuarto de punto en respuesta a las turbulencias provocadas por la victoria del ‘Brexit’ en el referéndum sobre la UE. El Comité juzga ahora apropiado ajustar modestamente la posición de la política monetaria de cara a devolver la inflación al objetivo de manera sostenible. Subraya que la política monetaria sigue proporcionando un apoyo significativo al empleo y la actividad en las «excepcionales» circunstancias actuales, por lo que «todos los miembros estuvieron de acuerdo en que cualquier futura subida de tipos será gradual y limitada». El Comité ha votado unánimemente a favor de mantener en 10.000 millones de libras esterlinas (11.276 millones de euros) el programa de compra de deuda de empresas financiado con la emisión de reservas del banco central, así como de continuar con el programa de 435.000 millones de libras esterlinas (490.243 millones de euros) de compra de bonos soberanos. Asimismo, el Banco de Inglaterra advirtió de que las limitaciones a la inversión y la oferta de trabajo relacionadas con el ‘Brexit’ parecen estar reforzando la desaceleración de la economía, añadiendo que la política monetaria no puede evitar el necesario ajuste en Reino Unido a medida que el país avanza hacia nuevas relaciones comerciales internacionales, así como tampoco el debilitamiento de la renta disponible que probablemente se producirá en los próximos años.
En EE.UU. Trump designaba a Powell como nuevo presidente de la FED, quien sigue la línea de Yellen. Este último, además, presentaba su propuesta de reforma fiscal, cuya aprobación se antoja difícil dada la oposición que generan las medidas establecidas para neutralizar el impacto de las rebajas fiscales. Powell era el favorito de Wall Street y los republicanos para dirigir la Fed. Trump anunció el pasado jueves el sustituto de Yellen en la Reserva Federal, que mantiene los tipos, con la idea de llevar a cabo una política continuista. Donald Trump, el controvertido presidente de Estados Unidos, no parecía dispuesto a abrir otro frente con el relevo de Janet Yellen al frente de la Reserva Federal (Fed), cuyo mandato vence en febrero. Por eso, el jueves apostó por una política continuista y designó como sustituto a Jerome Powell. De hecho, era el gran favorito tanto del Partido Republicano, en cuyas listas se presentó Trump pese a las notables diferencias con algunos de sus líderes, como de Wall Street. De él se valora su experiencia en la Fed, donde lleva en la junta de gobernadores desde 2012. Este mismo miércoles compartió mesa con Yellen en la reunión mensual de su comité de mercado abierto, que mantuvo sin tocar los tipos de interés. En otra demostración de la estrategia de su presidenta de graduar cambios y evitar sorpresas, abundaron en su compromiso de continuar con la normalización monetaria. Esto es, a finales de diciembre elevarían el precio del dinero en Estados Unidos hasta dejarlo entre el 1,25% y el 1,5%, según las previsiones, entre un cuarto y medio punto más de como están tras haber subido en junio.
En el mercado doméstico, el IBEX (+1,6%) recuperaba parte del terreno perdido en las últimas semanas tras rebajar la tensión en Cataluña con la aplicación del artículo 155 y la convocatoria de elecciones para el próximo 21 de diciembre. En este sentido, la fiscalía ha decretado prisión incondicional a siete miembros del Govern, mientras el resto, junto a Puigdemont, permanecían en Bruselas.
A mi modo de ver, noticia muy destacable de la semana es que la banca bate récord en la venta de ladrillo con operaciones de más de 52.000 millones este año. De hecho, las entidades ponen fecha para terminar con el lastre inmobiliario, a finales de 2018. Multiplica por 2,4 las colocaciones de 2016, que llegaron a 22.000 millones de euros. No cabe duda de que la operación protagonizada por Santander en agosto con la venta de 30.000 millones de euros en ladrillo a Blackstone ha marcado un antes y un después en la fórmula para que el sector financiero se deshaga de su lastre inmobiliario. De momento, esta operación ha impulsado el importe movido en estas operaciones de venta de carteras. Entre operaciones realizadas y las que están en curso en 2017 se realizarán transacciones que superarán ampliamente los 52.000 millones de euros. Esta cifra contrasta con los 22.000 millones de euros realizados en 2016, pese a que el presente ejercicio parecía que iba a ser más modesto en transacciones. Los responsables de los principales bancos españoles (Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia y Sabadell) han asegurado en la presentación de resultados correspondientes a los nueve primeros meses del año, que su objetivo es que el ladrillo deje de ser un lastre en sus cuentas de resultados a finales de 2018, y en algún caso, como mucho un año después. Y respecto a la que ha sido una de las operaciones bancarias más polémicas de los últimos tiempos, me parece necesario recordar que Popular incumplía las ratios mínimas de liquidez y de solvencia antes de entrar en resolución.
Los niveles de liquidez y de solvencia de Popular llevaban tiempo por debajo de los mínimos regulatorios cuando la entidad fue sometida a resolución, en la madrugada del 6 al 7 de junio. Así lo desvela el acta del consejo de administración del banco del pasado 6 de junio, día en que su entonces presidente, Emilio Saracho, y el resto de consejeros decidieron declarar la situación de inviabilidad de la entidad, que acabaría siendo vendida a Santander por un euro. El 5 de junio de 2017, las crecientes salidas de depósitos que sufría la entidad habían secado los recursos disponibles en el banco para atender a sus pagos inmediatos y sus compromisos. Tanto que la ratio de cobertura de liquidez (LCR, por sus siglas en inglés) del banco caía hasta el 24%, muy por debajo del límite regulatorio del 80% fijado por las autoridades. Este hecho desató todas las alarmas en la entidad, que a mediados de mayo creaba un comité específico para seguir constantemente el problema, aprobaba un plan de actuación para recuperar 2.695 millones de euros de depósitos de la clientela y avisaba al Banco Central Europeo de la situación. No fue suficiente, ya que las salidas de fondos, tanto de particulares, como de entidades públicas y privadas, se multiplicarían durante el resto del mes. Al margen de la liquidez, cuya ausencia acabaría resultando letal para Popular, la entidad sufría un indiscutible problema de solvencia.
La entidad presidida por Saracho era de facto insolvente, solo a falta de que se cifrara el tamaño definitivo del descalabro. Todos estos datos parecen corroborar a día de hoy, a mi juicio, la pertinencia de la operación, sin coste para el contribuyente.
Quiero terminar subrayando que el buen momento económico que vive España, parece que al final poco influenciado por la crisis política vivida en Cataluña, también ayuda a que los fondos pongan el foco de sus inversiones en el país. De hecho, el consejero delegado de Bankia, José Sevilla, aseguró el lunes en la presentación de resultados de la entidad, que los inversores «siguen muy interesados en España» declaró. Y matizó que apuestan por la banca española, pero sobre todo “por el sector inmobiliario” donde se verán importantes operaciones en los próximos meses. Todo esto no son más que buenas noticias.
Y una muy buena noticia para Asturias, derivada de la crisis catalana es que Du Pont Ibérica deja Barcelona y viene a Asturias para evitar «preocupaciones». Du Pont Ibérica, la matriz de la multinacional química en España y Portugal, trasladará su sede social desde Barcelona a Asturias, donde la compañía tiene un complejo industrial y un centro de servicios. Con esta decisión sigue los pasos de la compañía aérea Volotea, que fue la primera en aterrizar en el Principado procedente de Barcelona. No nos vendría mal a los asturianos que fuera alguna más las empresas que se animasen a venir a nuestro territorio, y lo digo, por supuesto, sin delectación alguna del problema catalán.
SUSANA ÁLVAREZ OTERO ES PROFESORA TITULAR DE ECONOMÍA FINANCIERA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO E INVESTIGADORA ASOCIADA A LA UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE