Potencia de fuego inicial: 1,09 billones

El año arrancaba con subidas generalizadas en los selectivos europeos, donde pese a la expansión de la tercera ola del Covid-19, se recibía con positividad la victoria de los demócratas en el Senado y la llegada de estímulos adicionales. Por sectores, Oil & Gas y Materias Primas alcanzaban subidas cercanas al doble dígito, mientras que el sector de Automoción registraba el único signo negativo de la semana. Destaca también el buen comportamiento del petróleo, que superaba los 55 $/b tras el acuerdo por parte de la OPEP+ y la decisión de recortar producción de Arabia Saudí. Por su parte, despuntaba con fuerza el Bitcoin con una subida próxima al 25%, acumulando una rentabilidad superior al 100% en el último mes.

En lo relativo al coronavirus, amable lector, la tercera ola continuaba como sabe azotando con fuerza el continente europeo, obligando nuevamente a endurecer las restricciones de movilidad. Así, tras superar los 60.000 contagios y los 1.000 fallecidos diarios, Boris Johnson anunciaba un nuevo confinamiento nacional, similar al aprobado en Alemania hasta final de mes, tras superar los 1.000 fallecidos al día. En relación con las vacunas, la Comisión Europea aprobaba la alternativa de Moderna tras la recomendación positiva realizada antes por la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Además, la vacuna de Pfizer y BioNtech contra el COVID-19 parecía ser efectiva contra la nueva mutación (N501Y) en variantes del virus descubierta en Reino Unido y Sudáfrica, según un estudio realizado por Pfizer y la Universidad de Texas. La nota negativa de la semana la veíamos en Washington, donde miles de seguidores del presidente saliente, Donald Trump, que se negaban a acatar el resultado de las urnas, asaltaban el Capitolio y forzaban la evacuación de los legisladores y del vicepresidente, Mike Pence, que presidía la sesión. La ausencia de Trump a condenar estos hechos hasta pasadas 30 horas del asalto ha llevado a activar la posibilidad de que Trump sea destituido a falta de menos de dos semanas de su salida de la Casa Blanca, pese a haberse comprometido a una transición de poder tranquila, ordenada y sin problemas.

Por lo que respecta a la política monetarialo más destacado de la publicación de las actas de la Fed de la reunión de diciembre era el acuerdo unánime entre sus miembros para mantener el ritmo de compras. Por otro lado, las actas reflejaban que, con respecto a la composición de estas compras, dos de sus miembros se mostraron abiertos a la posibilidad de adquirir bonos de vencimientos de mayor duración.

En cuanto al BCE, destaca precisamente lo que he destacado en el blog para el día de hoy, en esta mi primera entrada del año 2021, en el que espero que me siga leyendo. El BCE ha echado el resto en 2020 para combatir el coronavirus, que ha arrasado la economía de la zona euro. Lo ha hecho en paralelo a un despliegue de gasto público sin precedentes, que ha estado avalado en todo momento por el Banco Central. La institución que preside Christine Lagarde se aseguró desde marzo de que el mercado financiero recuperaba la estabilidad perdida con el estallido de la pandemia y de que el coste de financiación de los países del euro iba a seguir siendo muy barato. Inundó de liquidez a los bancos y desplegó el instrumento que se ha revelado más valioso para combatir la crisis, un programa extraordinario de compras de deuda (PEPP por sus siglas en inglés) que acaba el año con una potencia de fuego de 1,85 billones de euros. El BCE lo lanzó a mediados de marzo, ante la evidencia de que la tarea más urgente era evitar el alza de las primas de riesgo. Y poco después se vio que los 750.000 millones de euros de la dotación inicial se habían quedado cortos. De no haberse ampliado ese programa, el BCE lo habría consumido ya este año en su totalidad, ya que el volumen de deuda adquirida bajo el PEPP cierra el año en los 755,902 millones de euros, según los últimos datos correspondientes a la semana de Navidad. El BCE se ha dado un amplio margen para encarar 2021 y, después de decidir el pasado 10 de diciembre la ampliación del PEPP en 500.000 millones de euros más, concluye 2020 habiéndolo consumido al 40%. Ya en junio decidió elevarlo en 600.000 millones, a 1,35 billones. Lagarde avanzó en diciembre que la intención no es agotar el PEPP en su totalidad, que se extenderá hasta marzo de 2022, nueve meses más de lo previsto. Quedan aún disponibles 1,09 billones. Pero la mera existencia de esa opción, hasta los 1,85 billones, es un seguro contra posibles tensiones de mercado, a pesar de que la llegada de la vacuna augure un 2021 de crecimiento. Aun así, el propio BCE no prevé que la zona euro haya recuperado el nivel de PIB previo a la pandemia hasta al menos mediados de 2022.

Por su parte el Banco Mundial, condiciona el crecimiento al 4% en 2021 a las vacunas y las inversiones

En su informe de Perspectivas económicas mundiales alerta de que la evolución económica global puede quedarse en el 1,6% este año si siguen aumentando los contagios y se retrasa la distribución de las vacunas del Covid-19. El Banco Mundial contempla básicamente dos escenarios. En el primero, el optimista, la economía global avanzará este año recién estrenado un 4%. Pero esta expansión se producirá solo «suponiendo que la distribución inicial de las vacunas contra el Covid-19 se amplíe a lo largo del año». Es su primera advertencia. La segunda es que las perspectivas a corto plazo siguen siendo «muy inciertas y todavía es posible que los resultados de crecimiento sean diferentes». Así, bajo esta premisa, se abre un escenario negativo en el que los contagios sigan aumentando y la distribución de la vacuna se retrase, con lo que el crecimiento económico se quedaría en un discreto 1,6% en 2021. La entidad recuerda que en las economías avanzadas, la recuperación incipiente se estancó en el tercer trimestre tras la segunda ola de la pandemia, «lo que apunta -dice- una recuperación lenta y difícil». En este contexto prevé que el PIB de Estados Unidos crecerá un 3,5 % en 2021, después de una contracción estimada del 3,6 % en 2020. En la zona del euro, se prevé que la producción crezca este año un 3,6 %, tras un descenso del 7,4 % en 2020. La actividad en Japón, que se redujo en un 5,3 % en el año que acaba de terminar, se prevé que crezca un 2,5 % en 2021. En los mercados emergentes, crecerá un 5%, según las previsiones, después de contraerse un 2,6% el año pasado y China lo hará en un 7,9%.

El BCE ha absorbido con sus compras las elevadas emisiones de deuda de 2020. La actividad compradora del programa PEPP tuvo en mayo su mayor intensidad, con volúmenes semanales por más de 30.000 millones de euros. El ritmo se moderó en verano y ha continuado de media por debajo de los 20.000 euros semanales. De no haberlo ampliado desde los 1,35 billones, el PEPP se habría agotado en julio de 2021 a un ritmo de 20.000 millones de euros de compras a la semana. Su flexibilidad ha sido clave a la hora de lograr que las primas de riesgo y las rentabilidades de la deuda soberana de la zona euro, y en especial de la periferia, hayan caído a mínimos. En una decisión sin precedentes, reflejo del desafío extraordinario que ha supuesto la pandemia, el BCE se ha permitido adquirir deuda de países por encima de su peso en el capital de la institución, lo que ha favorecido especialmente a Italia –el país del euro más endeudado, solo por detrás de Grecia– y a España. Sus primas de riesgo comenzaron a subir de forma preocupante en marzo pero, gracias a la acción del BCE, la italiana se ha suavizado después a niveles de 2016 y la española, de 2010.

Pasando más a la actividad del sistema bancario, la banca se reinventa con menos entidades y próximos cierres de más de 8.000 oficinas. La banca europea tiene un gran reto por delante si se quiere comparar con la estadounidense: crecer en tamaño, capital y capitalización. Pero también debe competir con otro gran enemigo, las big tech, firmas que cada vez están arrebatando más cuota de mercado a los bancos, sobre todo en medios de pago y crédito al consumo, dos negocios que aportan destacados ingresos a través de los márgenes y de comisiones, aunque el crédito al consumo ha descendido como consecuencia de la pandemia. Pero antes el sector tiene que resolver otros problemas surgidos precisamente de la crisis sanitaria, y aunque afecta a todos los sectores y continentes, los bancos europeos, y entre ellos destacan los españoles, deben combatir la subida de la morosidad por la caída de la economía, el descenso de los ingresos por la menor actividad empresarial y el afán de los españoles por ahorrar ante el temor a los efectos del Covid. A ello se suman unos tipos negativos que durarán aún varios años, casi una década más, y una falta de demanda crediticia solvente. La reducción de costes vía cierre de oficinas, y recorte de plantilla, las viejas recetas de siempre, siguen siendo las más recomendadas por los supervisores, y ante ello, las fusiones mantienen su protagonismo como fórmula. El problema es que su recorrido es cada vez más corto, por lo menos en el mercado doméstico.  Durante el año que acaba de finalizar el BCE con el apoyo del Banco de España activó el botón de las fusiones, que quedó paralizado los meses del confinamiento total en el país (de marzo a junio), pero que se volvió a reactivar en verano. De ahí surgió la fusión de CaixaBank y Bankia, para crear el banco más grande de España, con unos activos de 664.000 millones de euros. Esta operación subía la presión para otras entidades, como Banco Sabadell, que figuraba y figura en todas las quinielas como el candidato a protagonizar una fusión. En Europa, de media hay 0,38 oficinas por habitante; en España, 0,51

 

Pero el BCE y el Banco de España quieren bancos más fuertes, más grandes, y que puedan capitalizarse mejor en el mercado. El supervisor pretende evitar una crisis bancaria derivada de la crisis sanitaria. De ahí que ahora su obsesión es pedir a los bancos más provisiones y capital, más capital.  El repunte de la morosidad tras el próximo fin de las medidas de alivio para paliar el desastre económico del Covid, como las moratorias o los créditos con aval del ICO se ha convertido en un dolor de cabeza para los supervisores, razón por la que insisten en que la banca lleve a cabo más recortes de costes y aumenten sus provisiones y capital.


Las fusiones, de cualquier forma, tienen como objetivo el recorte de costes, con cierre masivo de oficinas y reducción de plantilla. Algunas entidades, como Banco Santander, y ahora Banco Sabadell, han recurrido en 2020 a esta fórmu­la en solitario, lo mismo que Ibercaja, entre otras. Santander cerrará en los próximos meses 1.033 sucursales, y ha iniciado un ERE que afecta a 3.572 empleados. Es el mayor ajuste de su historia. Sabadell ha cerrado casi 250 sucursales, pero su objetivo es clausurar bastantes más este año, por encima de las 300, de hecho, la idea es convertir la pata del negocio de retail del banco en un nuevo ING, con pocas oficinas, pero con una operativa muy digitalizada. El plan del banco pasa también por ajustar su plantilla en otros 1.800 empleados este año, cifra que repite de 2020. Lo que es evidente es que con el impulso de la digitalización por parte de los bancos y del espectacular crecimiento del uso de los canales online por parte de los clientes producido en los últimos meses por causa del coronavirus la banca ha cerrado o ha anunciado planes de cierres de más de 5.000 sucursales. Y aún pueden cerrarse otras 5.000 oficinas para quedar el número reducido a menos de 15.000, es decir, bajar del número de sucursales existentes en 1950.

Se produce así mismo un nuevo control del BCE: las carteras de impagados.

La banca española es una de las más resistentes de Europa ante una posible crisis, pero su imagen se distorsiona al analizar su ratio de solvencia o capital frente al resto de los bancos europeos. Según el último análisis de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), publicado el 11 de diciembre, la banca española vuelve a convertirse en el farolillo rojo del sector en Europa por ratio de capital. Su solvencia se eleva al 11,8%, solo tres décimas por encima de lo registrado en marzo. Y sigue siendo la más baja de Europa, cuya media se sitúa en el 14,7%. El BCE levantó en Europa el veto para repartir dividendos a la banca el pasado 15 de diciembre, pero solo en parte. Podrán abonar hasta el 15% del beneficio acumulado en 2019 y 2020 o no sobrepasar 0,20 puntos del ratio CET 1 de los activos ponderados por riesgos (APR). De ambas cantidades deben elegir la más baja. Pero, para ello, las entidades deben ser rentables, si no, deberán esperar a septiembre, cuando es previsible se levante el veto definitivamente. En España se calcula que la banca repartirá hasta ese mes unos 1.500 millones, entre el 10% y el 17% de sus ganancias, siempre bajo la autorización del supervisor. El resto del dividendo se dará a partir de septiembre. Ahora el temor del BCE es el aumento de la morosidad. Por ello, ha iniciado una vigilancia especial y ha pedido a la banca que reclasifique sus carteras crediticias que puedan entrar en morosidad en verano, una vez que hayan finalizado las medidas paliativas de los Gobiernos para atenuar el declive económico, como las moratorias de los ERTE y, sobre todo, en el caso español, los créditos con aval ICO. Pese a estas medidas, hay quien consideran que la mora será algo inferior a lo previsto al inicio de la crisis. Yo también lo pienso.

Y del mercado corporativo de manera general, cabe destacar una oleada de posibles fusiones.  El mercado español de fusiones y adquisiciones (M&A, por sus siglas en inglés) pasó en marzo de 100 a 0 en un segundo. Y ahora calienta motores para alcanzar la máxima velocidad. A diferencia de la economía, a la que los expertos esperan varios años para alcanzar los niveles precrisis, fondos y bancos de inversión prevén un 2021 de una euforia desatada en España. Tanto es así que sobre su mesa cuentan ya con operaciones pendientes de resolución para este año por un valor que supera los 17.000 millones.

LAS OPERACIONES CLAVE PARA 2021 serían las siguientes: 

  • Repsol. La petrolera ha puesto en marcha un gran giro estratégico. Por ello busca un comprador para el 25% de su filial de clientes, para lo que cuenta ya con ofertas no vinculantes en un proceso que ha comandado Citi. También busca un inversor para su negocio de renovables. En ambos pasos mantiene la puerta abierta a una salida a Bolsa.
  • Telefónica. La operadora que pilota Jose María Álvarez Pallete espera meter en 2021 el acelerador en operaciones corporativas para reducir su deuda. Por el momento, ya ha sacado al mercado el cable submarino que controla a través de Telxius. El mercado espera que esta operación propicie otra desinversión o incluso una OPV con el operador de torres de telefonía que comparte con KKR y Pontegadea. También busca un socio para su negocio tecnológico y trata de desprenderse de su negocio en Latam, bajo el paraguas de Hispam.
  • Mivisa. Es la gran operación que el private equity espera para 2020, con CVC como el mejor posicionado. Se trata del fabricante de envases alimenticios Mivisa junto al resto de negocios en europea de su dueño, el gigante norteamericano Crown. Otra relevante también es Logoplaste, que Carlyle sacará al mercado

Pues tenemos todo un año por delante para comprobar si estas previsiones se cumplen. Acompáñeme en el viaje del balance económico de nuestro país, durante los próximos 12 meses. Muy agradecida por ello.

SUSANA ÁLVAREZ OTERO ES PROFESORA TITULAR DE ECONOMÍA FINANCIERA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO E INVESTIGADORA VISITANTE DE LA UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE.