La semana pasada se ha caracterizado por subidas de los principales índices europeos, superiores al 1%, básicamente por la mejora de datos macro, tanto en EE.UU como en la zona euro, así como por informes de resultados favorables de muchas compañías importantes. Las referencias macro en los territorios mencionados muestran perspectivas de recuperación global. La reunión de política monetaria del Banco de Inglaterra, que he seguido más de cerca al estar afincada esta temporada en territorio inglés, se saldaba sin grandes cambios al mantener el tipo de intervención en un mínimo histórico del 0,25%.
Continuando con asuntos de política monetaria, pero no ingleses sino del resto de Europa, los inversores globales están preocupados ante las especulaciones que apuntan al posible fin de los planes de estímulos del BCE. Siguiendo con su programa de relajación cuantitativa (QE), en marzo el BCE comenzó a reinvertir todo su balance (4,2 billones) de deuda a vencimiento en el mercado de deuda de la eurozona. Este proceso se acelerará en los próximos meses y años, a medida que la deuda del BCE vaya venciendo.
En mi opinión, amable lector, esta política tiene por objeto mantener controlada la rentabilidad de los bonos, mientras los costes de la deuda seguirán siendo una importante fuente de apoyo para la economía, las acciones y otros tipos de deuda más arriesgados. Los planes de reinversión del BCE son similares a los programas de QE de EEUU y Reino Unido, donde la rentabilidad de los bonos del Tesoro a largo plazo sigue siendo baja. Tras detener las compras de deuda en octubre de 2014, la Fed siguió reinvirtiendo las ganancias de la deuda de su balance.
En todo caso, y con independencia de cuáles sean las políticas que se lleven a cabo, yo creo que los inversores harían bien en prestar atención a las declaraciones de Draghi, que asegura que la retirada de los estímulos será gradual. De hecho, el BCE aconseja también recomponer el gasto gubernamental para Educación y Sanidad. Los gobiernos de la eurozona deberían realizar un análisis de sus partidas de gastos e ingresos, y reorientarlas a Educación y Sanidad, debido al entorno de bajo crecimiento estructural, alto desempleo y elevados niveles de deuda, según un estudio publicado recientemente por el Banco Central Europeo. El BCE recomienda así que los gobiernos canalicen su gasto público -que representa un promedio del 48% del PIB de la eurozona- hacia las partidas de Sanidad, Educación, e incluso infraestructuras, es decir, hacia categorías que califica como «favorables al crecimiento».
A nivel doméstico, el Indicador de Confianza de los Consumidores (ICC), elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), se situó en julio en 108,3 puntos, 2,5 puntos por encima de los que anotaba en junio y 13,5 puntos más que en julio de 2016. Ello quiere decir que la confianza de los consumidores mejoró en julio con respecto a junio, debido a la mayor valoración tanto de la situación económica actual como de las expectativas para los próximos seis meses, y marcó un nuevo máximo histórico. Por su parte, el euribor ahonda en mínimos y abarata las hipotecas en 62 euros anuales. Y, por otro lado, la inflación se mantiene estable en el 1,5% en julio. Esta tasa frena su moderación por el precio invariable de los alimentos y el menor descenso de los carburantes respecto al año pasado. Superada la mitad del ejercicio, la inflación ya se ha reducido significativamente desde el repunte que experimentó a comienzos de 2017 cuando se situó en el 3% por el alza del precio del petróleo, que repercutió en los carburantes y el recibo de la luz. Sin embargo, superado ese efecto escalón –la subida coincidió con los bajos precios de las materias primas un año antes- el escenario se estabiliza con tasas más moderadas.
En todo caso, a mi juicio, una de las noticias más relevantes ha sido que España se encuentre ante el desafío de convertirse en líder mundial del sector turístico dado que podría recibir 84 millones de turistas este año y poner en ‘peligro’ el liderazgo que tiene tradicionalmente Francia. La oleada de llegadas y su concentración en algunas zonas obligarán a tomar medidas.
Después de años saltando de récord en récord, España se encuentra más cerca que nunca de coronarse como líder mundial del turismo. En 2016 fueron 75,6 millones de llegadas, medalla de plata, empatada con Estados Unidos, según el último ránking de la Organización Mundial del Turismo (aunque el INE acaba de revisar a la baja el dato a 75,3). Este año podría ser el primero en el que España desbanque a Francia, algo determinante, teniendo en cuenta su peso en la economía. Este año podrían llegar 84 millones de turistas, según previsiones de CaixaBank -el Gobierno prevé 83 millones-, 30 millones más que en 2010 y muy cerca del 82,6 millones registrados por Francia en 2016. España goza de un clima envidiable, cultura, seguridad y estabilidad política y económica. Mirando alrededor, no es fácil encontrar un rival a la altura. Las previsiones indican que en 2020 España continuará entre las cuatro primeras potencias mundiales.
Seguramente tiene que ver con que tengamos turistas prestados, coincidiendo con el inicio de la Primavera Árabe, y la consecuente inseguridad en países tradicionalmente turísticos, como Egipto, Turquía o Marruecos. Estos destinos están comenzando a recuperar turistas, pero ahora proceden de países de proximidad -Europa del Este y Rusia-. Por su parte, Francia aspira a recibir 88 millones este año, según el Ministerio francés. Le ayuda haber superado el populismo y la estabilidad con su nuevo presidente, Emmanuel Macron, pero tiene que afrontar una crisis de seguridad ante la amenaza terrorista.
La segmentación del propio sector hace que ya no se viaje sólo en verano ni exclusivamente a destinos de sol y playa. España cuenta con años de experiencia en el sector. La aportación directa del turismo al PIB es del 11%, y asciende al 16% teniendo en cuenta su efecto indirecto, haciéndolo esencial para la consolidación del crecimiento. El sector ha sido el principal motor de la economía durante la recuperación, liderando la creación de empleo y suponiendo más del 40% del crecimiento del PIB desde 2010. El Gobierno anunció este año un Plan Estratégico para apostar por la desestacionalización y la diversificación de destinos. Además, el gasto de los turistas extranjeros marca récord con una subida del 14,8%. Hasta junio, los visitantes se dejaron en España 37.217 millones de euros según los datos del INE.
A mi juicio, todo esto son excelentes noticias que no hacen sino favorecer el crecimiento de nuestro país, que tiene que potenciarse por otras vías, como el desarrollo tecnológico y la innovación, indudablemente. No obstante, lo que ya tenemos hay que mimarlo y saber venderlo. Todos nosotros. Por eso, los que pretenden machacarlo no son otra cosa que gente mezquina que intenta que las cosas nos vayan mal, para que a ellos les vaya mejor y creo que lo correcto es ignorarlos. En este sentido, estoy totalmente de acuerdo con lo comentado por Marcelino Gutiérrez, director de EL COMERCIO en su blog “En pocas palabras”, en su última entrada “Tourist go home: debates y sandeces”. Como bien señala el director, esa pintada en la iglesia de San Isidoro de Oviedo, invitando a los turistas a irse a su casa, demuestra que incluso la más evidente sandez puede encontrar imitadores. Y que todos aquellos que quieren estropear el progreso y el desarrollo económico de nuestro país, no merecen otra cosa por nuestra parte que ser ignorados. No vamos a ponernos a su altura, faltaría más. Sería caer muy bajo.
SUSANA ÁLVAREZ OTERO ES PROFESORA TITULAR DE ECONOMÍA FINANCIERA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO E INVESTIGADORA ASOCIADA A LA UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE.