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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

La muralla electrónica del Casco Histórico de Avilés

          Dice un refrán que ‘mayo entrado, un jardín en cada prado’ y que tal cosa se cumple, en el panorama patrimonial avilesino, está demostrado con fechas y ‘fechos’.
          El 27 de mayo de 1955, siendo alcalde Eduardo Fernández Fernández-Guerra, el Gobierno español aprueba un decreto que sería publicado el 7 de junio siguiente en el Boletín Oficial del Estado (BOE) en el que declaraba «Conjunto Histórico artístico las siguientes zonas de la villa de Avilés», que relaciono puestas a día de hoy la nomenclatura de lugares y edificios y matizando entre paréntesis generalidades para mejor identificarlas:
          «Las murallas de la villa (sus restos). Plaza de España. Calle de La Ferrería con el palacio de Valdecarzana y la fachada de la llamada casa de Carreño. Calle de El Sol. Calle San Bernardo con el Palacio de Camposagrado y la casa numero 22 (la que fue Escuela de Cerámica). Plaza de Camposagrado. Calle Rivero, palacio de Ponte (donde funcionaron los cines ‘Marta’) y Ferrera, capilla de San Pedro y la fuente llamada ‘Caños del Rivero’. Calle Galiana. Plaza de Carlos Lobo con la Iglesia (la hoy conocida como de San Antonio y ayer de Los Padres) y la capilla de Las Alas. Plaza de Álvarez Acebal y la Iglesia (de San Nicolás de Bari). Plaza del Carbayo con la Iglesia (de Sabugo vieja). Edificio de la Oficina de Turismo. Los Canapés».
          Estos son las zonas y edificios de Avilés, que desde hace 60 años, fueron  reconocidos oficialmente por el Estado español y puestos bajo su salvaguarda. El documento se lo debe Avilés, fundamentalmente, al ovetense Luis Menéndez–Pidal (1896–1975), arquitecto estatal, y a José Francés (1883–1964), académico de Bellas Artes e hiperactivo intelectual madrileño.
          No sería descabellado pensar que –dada la brutal especulación inmobiliaria originada por entonces con ‘la llegada’ de ENSIDESA, que también vino a ritmo de BOE– el centro urbano avilesino, donde se aloja la mayoría de los elementos catalogados en el decreto anterior, muchos de los cuales hubieran sido primero momificados, luego modificados y finalmente borrados del mapa de no haber contado con este blindaje legal. Rotundamente, el decreto de mayo de 1955, es un hito histórico de Avilés.
          Pero, como decía Billy Wilder, nadie es perfecto. Y un decreto mucho menos, pues faltaba más. Por lo que dejando sentada la importancia del documento, hay que decir que se detectaron olvidos (las calles históricas de Sabugo, por ejemplo) que hubo que subsanar más tarde. Y eso ocurrió el 31 de mayo de 1990, hace hoy veinticinco años, cuando el Boletín Oficial del Principado de Asturias (BOPA), a petición del Ayuntamiento de Avilés siendo alcalde Santiago Rodríguez Vega, publicó un decreto que disparó la rehabilitación del casco histórico.
          A partir de aquel día, y hasta hoy, la mejora y protección del mismo se mide en fachadas, calles y plazas mejoradas. Complementado con el rescate y rehabilitación de palacios como los de Ferrera y Camposagrado, aparte de otros lugares y edificios (plaza del Mercado, teatro Palacio Valdés, etc.) que pasaron a ser considerados parte del Conjunto Histórico-Artístico de Avilés.
          También y entre los beneficios derivados de éste decreto del Principado de Asturias (a quien el Estado español ya había transferido las competencias en cuestión de patrimonio) fue la peatonalización –rescate urbano de muchos perendengues– del casco histórico y por tanto la prohibición del tráfico rodado por el mismo. Lo que trajo consigo la implantación de bolardos (postes de hierro) electrónicos, que daban acceso exclusivo a vehículos autorizados, de comerciantes y de residentes. O sea una muralla electrónica, donde las almenas son bolardos que bajan (¡Abre la muralla!) o suben (¡Cierra la muralla!’) al ritmo del poema de Nicolás Guillén.  
          Avilés ya había contado con muralla, pero de piedra, construida en la Edad Media contra enemigos que pudieran  venir por tierra y mar. Medía unos 800 metros y abarcaba las actuales calles de La Fruta, La Ferrería, El Sol y San Bernardo. Fue derruida a principios del siglo XIX, amparándose los gobernantes locales en una retorcida interpretación legal que no logró esconder su defensa de intereses inmobiliarios.
          A estos efectos, acento incluido, compárese la ciudad de Ávila con la de Avilés.
          La primera conserva su muralla de piedra y un casco histórico hoy declarado Patrimonio de la Humanidad. En Avilés los políticos ni se han atrevido a solicitarlo a la UNESCO, organización internacional que concede tal honor y del que se deriva calidad de ciudad, subvenciones y turismo cosa fina. Y ello a pesar de opiniones favorables de algunas personalidades o del apoyo popular en las redes sociales. Por ejemplo en Facebook, donde la página ‘Casco Histórico de Avilés Patrimonio de la Humanidad’ agrupa a cerca de 6.000 (seis mil) amigos.
          Dice un proverbio que ‘mayo reglado ni muy seco ni mojado’, y algunos recordamos, a propósito de otro popular refrán, que la forma más práctica de pescar peces es mojarse el culo.
          Con muralla de piedra o electrónica.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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