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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

Un alcalde de cine

(José Antonio Rodríguez Fernández, alcalde avilesino que en 5 meses y 4 días realizó una gestión municipal de película).
            En el año 1924 tuvo lugar en Avilés un grandioso desparrame municipal. Eran tiempos de la dictadura del general Primo de Rivera y de su ordeno y mando y urnas secuestradas, salieron, nada menos, que cuatro alcaldes.
            Uno de ellos fue José Antonio Rodríguez Fernández, quien da nombre –desde 1965– a la calle que une las de José Cueto y El Quirinal, a la altura del estadio de fútbol llamado ‘de Román Suárez–Puerta’ cuñado de José Antonio, por cierto.
            Nació en el barrio de La Magdalena en 1881. Hijo de José Rodríguez Maribona, emigrante en Cuba y regresado a Avilés después de fundar en 1851 en La Habana un comercio, hoy mítico, que bautizó como El Palacio de Cristal, porque aquel año tuvo gran trascendencia mediática un innovador edificio, así llamado, construido en Londres como sede de la Gran Exposición mundial (la primera ‘Expo’ de la historia) y donde en el pabellón español se exhibió una pieza del entonces famoso y cotizado ‘Jamón de Avilés’.
            Aquel hijo de José Rodríguez Maribona, o sea José Antonio Rodríguez Fernández, nació destinado a trabajar y a dirigir, posteriormente, El Palacio de Cristal. Y para su gracia se fue a La Habana como emigrante privilegiado, excepción que confirma la regla de la desgracia de miles y miles de jóvenes –muchos de ellos adolescentes– que huían, por mar, de la miseria que reinaba en gran parte de la España de entonces. Avilés fue uno de los principales puertos de partida –grandes fortunas hicieron algunos navieros avilesinos– de ésta diáspora hacia las Américas.
            Y en La Habana trabajó de lo lindo. Y triunfó logrando hacer del Palacio de Cristal una referencia americana en materia de ropa.
Y también escribió con frecuencia, en el histórico periódico cubano ‘El Diario de la Marina’ donde firmaba escondido bajo el nombre de ‘Bartolo’, apodo por el que lo conocían sus muchos amigos que apreciaban en él a un joven triunfante, de carácter extrovertido, miembro de muchas tertulias y también de proyectos relacionados con Avilés, por lo que estaba cantado que presidiese el influyente Círculo Avilesino de La Habana.
            Se convirtió en hombre de mundo. Viajó mucho, pues el negocio se surtía de telares españoles (de Cataluña), franceses, holandeses e ingleses. Aunque más mundo recorrió su primo y codirector del negocio, Servando Ovies Rodríguez, que encontró la muerte, en 1912, a bordo del ‘Titanic’ y cuyo cadáver fue identificado por José Antonio en el cementerio de la ciudad canadiense de Halifax, un mes después del naufragio.
            Tan popular como lo había sido en La Habana lo fue en Avilés, José Antonio Rodríguez, cuando regresó achuchado por la nostalgia, aunque con el riñón bien cubierto, estableciéndose con su esposa Isabel Suárez–Puerta (se habían casado en 1911 y tuvieron cuatro hijos) en una vistosa casa de la calle Rivero, esquina con Libertad.
        En Avilés dejó de escribir, que se sepa, tal como lo había hecho en la prensa de La Habana, pero su personalidad le pedía andar de aquí para allá, actividad constante, así que no fue difícil que fuera propuesto y nombrado alcalde de Avilés, tomando posesión de su car­go el 18 de junio de 1924 y siendo cesa­do el 22 de noviembre del mismo año por, digamos, ‘acoso político’ en el que tuvo mucho que ver Julián Orbón, hombre de tantas iniciativas como de sonadas envidias. El brillante alcalde resultó alcanzado por una granizada de estas últimas, y tenía tantas simpatías ciudadanas que su destitución provocó «una multitudinaria manifes­tación de protesta» según tiene escrito Justo Ureña. Más tarde sería presidente de la Asociación Avilesina de Caridad (beneficencia y educación).
            José Antonio Rodríguez fue junto con varias personas más –en especial el español y estadounidense Ángel Cuesta Lamadrid– muñidor del histórico viaje de una delegación norteamericana a Avilés, todo un episodio aparte. Y también fue el productor (la pagó de su bolsillo) de la primera película aquí rodada; titulada ‘Avilés agosto de 1924’, recoge la visita de autoridades norteamericanas del estado de Florida (USA) y en particular de San Agustín de La Florida, la ciudad más antigua de aquel país, fundada por el marino avilesino Pedro Menéndez en 1565.
            Cedida en 1964, un año antes de su muerte, al Ayuntamiento de Avilés por José Antonio Rodríguez la película fue realizada por Vilaseca y Ledesma, empresa pionera en rodajes (entre ellos algunos para el rey Alfonso XIII) y también en la construcción de locales de exhibición cinematográfica como el famoso Palau del Cinema (o Pathé Palace) de Barcelona.
            Tipo cordial, elegante, imaginativo, José Antonio Rodríguez creo que ha de de figurar en la historia local como primer el alcalde que lanzó a Avilés y comarca como protagonistas de una película. Y por ser, también, coprotagonista en la perfecta maniobra diplomática de establecer relaciones con otra ciudad de la primera potencia mundial, valiéndose de la singladura de un marino avilesino del siglo XVI.
            Un alcalde de cine.

Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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