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Iván de Santiago González

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LA BANDERA TRICOLOR

LA BANDERA TRICOLOR

 

            Sigo a 2000 km de casa reponiéndome del intenso mayo y junio electoral, aunque pendiente de lo que ocurre en la Benemérita e Invicta, a la que regresaremos la próxima semana con el ánimo de quedarnos muchos años, si nos dejan, cuando me escribe un amable lector de este diario Decano y de mi columna, con el texto literal que les reproduzco: “¿Qué opinión le merece que la primera reunión de la recién nombrada vicealcaldesa de la ciudad sea con el colectivo gay? ¿ Qué opinión le merece que ondee la bandera tricolor en el ayuntamiento durante este fin de semana? . Espero ansioso su eventual artículo sobre el tema

            ¡Uffff!. Aquí me tienen ustedes valorando meterme en ese jardín. Ahí estoy yo dando paseos como padre parturiento, pensando si merece la pena complacer al lector, con todo lo que puede llover después, o bien obviar su comentario y escribir de las miles de cosas que pasan en esta ciudad.

            Fruto de esa calma sosegada que da el sol tibio, y dado que el toro bravo se crece en el castigo (frase que queda fatal en un Ministro de Cultura, pero que yo me puedo permitir, al menos de momento), y conociendo el lector que con ese cebo no hay salmón que no pique, asumí que quien decide emplear su tiempo en leer las letras que un juntador de palabras confecciona, merece todo mi respeto. Cuando le preguntaron una vez a Borges (aunque también atribuyen la anécdota a Cortázar) porqué escribía, respondió “porque usted lee”. Así que mi máximo esfuerzo ha de ser mantener y contentar a quienes me leen. Y el lector quería una opinión. Aquí la tiene.

            Me parece mal. Muy mal. Creo que la ciudad tiene mucho por hacer como para enfrentar una labor de futuro vistiéndose de tricolor para aparentar que todo ha cambiado. Cuando nada tiene que cambiar. Cuando los colectivos de Gays, Lesbianas y transexuales han tenido y tienen todo el respeto que merecen y que la ley les otorga. Ni más ni menos que los demás, que es a lo que se debería aspirar.

            Pero venir, a las primeras de cambio, envolviéndose en una bandera a la que no se pertenece para “posturear” a favor de corriente me parece de un fariseísmo arcaico y que deberían superar quienes se supone que son sangre fresca. Vestir la primera reunión de una alcaldesa de evento público con el colectivo gay es una farsa. Preguntémosle a ellos, dentro de dos años, qué se ha hecho desde el Consistorio por sus derechos, y si aquella cacareada primera reunión sirvió para algo más que para pompa y ornato de los recién llegados.

            Y la bandera tricolor en el balcón municipal, ítem más. No hace falta hacer ondear banderas para creer en lo que se hace o empezar a hacer cosas. Espero que en esta tendencia arcana que ahora se inaugura, el martes tengamos la bandera animal, si cuadra el día internacional de protección de éstos; el jueves, si es el día mundial del medio ambiente, una bandera verde. En cuanto se recuerde la deuda de esta sociedad con los discapacitados, la bandera de su colectivo. ¿Habrán lugar para colocar la bandera de la tauromaquia cuando se conmemore su configuración como patrimonio cultural inmaterial de este país?. ¿Nos quedarán días para poner sucesivas banderas en el balcón municipal, o estará reservado para unos pocos?.

            En resumen, ¿será el nuevo gobierno presa del sectarismo que ahora pregona de otros?. ¿Acaso ondeará la bandera de las Fuerzas Armadas, que tanto han hecho por este país, cuando se celebre el día que los homenajea?. Me temo que no, eso no “mola”. Molar es otra cosa. La bandera tricolor está de moda. Los que se juegan la vida por nosotros madrugan, repan entre la tierra y a veces hasta los matan, esos no. Vamos, cosas sórdidas y lejanas de la maravillosa movida que hay en Chueca.

            Nada, ahí tiene mi opinión, amable lector. Espero no haber ofendido a nadie. Los gays y lesbianas tienen mi máximo respeto, y mi amistad íntima alguno que se identificará plenamente al leer esta columna.

            Pero el mayor respeto es que nunca les he tratado distinto. Para mí son personas, como los demás, y no necesitan días de orgullo, porque todos los días uno debe sentirse orgulloso de cómo es. Y no he necesitado nunca envolverme en bandera alguna para respetar.

            Quien necesite hacerlo, acaso sepa el motivo.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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