FIN DE SEMANA BLANCO

            El pasado sábado, Oviedo celebró, como otras muchas ciudades de Europa, y sobre todo como París, ciudad precursora de la iniciativa, la noche blanca. Comercios, espacios multidisciplinares, museos, abiertos hasta altas horas de la madrugada, albergando actividades culturales.

            La iniciativa, con tres años de vida, cada año es mejor recibida. La gente está ayuna de cultura, y si es de cultura gratuita, mucho más. Hemos pensado tanto en la hipoteca, la letra del coche, el pago de los libros del colegio, y tantas cosas más, que nuestro cuerpo pide la proteína de la cultura a gritos.

            El problema es que somos muchos los llamados y pocos los elegidos. Hay bastantes actividades, pero hay mucha más gente que quiere participar. Por eso, a las 17.30, faltando aún media hora para que el ensayo de Nabucco en el montaje de Sagi abriera en el Campoamor, la cola doblaba la plaza del Carbayón, la agencia tributaria, y poblaba la acera. Pero ya no había entradas disponibles desde media hora antes. Por eso, los títeres del Parque San Francisco tenían una hora de cola antes de acabar la anterior función. Por eso en las Pelayas, como el año pasado, las personas triplicaban el aforo. Por eso para ver a Toño Velasco reeducar a los niños en la pintura sobraban niños para un solo profesor. Acaso por eso en el Arqueológico, para ver a la Polifónica Ciudad de Oviedo no había una sola silla ni un espacio de pie. Y en la primera planta, en el montaje de poemas de Carlos Barral nos turnábamos para poder disfrutarlos entre todos.

            Es decir, la idea funciona, pero le faltan fechas. No en junio, como he oído, ni una semana, que todo es pasarse, pero sí un fin de semana. Un fin de semana completo donde, de viernes a domingo, uno pueda hacer ruta por las actividades sin quedarse con ganas de casi todo, y premiado con las migajas de aquello en lo que tiene suerte.

            Si Oviedo fija su noche blanca el primer fin de semana de Octubre, darle tres días puede ser consagrar definitivamente el evento. Puede hacer que ciudades vecinas puedan disfrutarlo e incluso convertirlo en foco de turismo, como ya acaece con la parisina, como ustedes saben.

            Es un esfuerzo que merecemos, porque lo demostramos cada noche blanca con ahínco. Porque este año comenzó por la tarde y ahí estaban los ovetenses demostrando que les interesa. Porque a las dos de la mañana, cuando cerraban algunos espectáculos, la gente protestaba como cuando el camarero te dice que no te pone otra, que a casa. Porque hablar de Kafka a las 12.30 dela noche es un lujo que merece tres días consecutivos para aprender un poquito de la ingente obra y pensamiento del maestro.

            Considero que el ciudadano ha demostrado que es un éxito inmune a los gobiernos, sean del arco ideológico que sean, porque triunfaba, triunfa y triunfará mientras la gente siga disfrutando y aprendiendo.

            Ahora solamente queda recaudar un poco más, hacer el esfuerzo de darle tres días, y que la oferta esté a la altura de la demanda.