Un breve apunte esta semana para destacar que Alemania cree haber encontrado el verdadero origen de sus males económicos: se trabaja muy poco. La economía de Alemania se ha convertido para sorpresa de analistas e instituciones económicas en el gran enfermo de Europa. Un enfermo que a primera vista no parece tener cura para el corto plazo. Cuando vienen mal dadas, todo lo que antes funcionaba parece convertirse en el problema y esto es lo que está sucediendo en Alemania. Durante décadas, los alemanes han trabajado de media muchas menos horas que el resto de europeos, sobre si se compara con los del sur del Viejo Continente. Su elevada productividad y el gran valor añadido de los bienes y servicios que producen les han permitido hacer mucho con poco (de eso se trata la productividad). Ahora que la economía no arranca, el Gobierno alemán cree que es esa falta de trabajo (de horas de trabajo) y la preferencia por el ocio lo que está lastrando la economía. Desde el canciller alemán hasta el banco de inversión Deutsche Bank, pasando por el estamento empresarial, han señalado a esta tendencia como culpable.
«En este país tenemos que volver a trabajar más y, sobre todo, de forma más eficiente», afirmó hace unas semanas el nuevo canciller federal alemán, Friedrich Merz, en una jornada económica de su partido, la CDU. «Con la semana de cuatro días y el Work-life balance (el equilibrio entre la vida profesional y personal) no podremos mantener la prosperidad de este país», advirtió. Sus palabras, que han causado un hondo malestar en amplias capas de la sociedad alemana, que siempre se ha tenido por disciplinada en el trabajo, han llegado tras meses de ruido de fondo desde el empresariado germano ante la evidente pérdida de competitividad del país en un agitado escenario internacional. Este ruido de fondo subió de tono cuando un destacado miembro de la patronal en el país puso recientemente sobre la mesa una idea para revertir esta dinámica. Una idea, a priori estética, pero cargada de gran simbolismo y con cifras que han avivado el debate. En un artículo, Bertram Brossardt, el director general de la Asociación de Empresas Bávaras, lamentaba que los alemanes ya no fueran los obcecados trabajadores que fueron en su día y justificaba en el estancamiento de la economía del país el impulso para tomar alguna decisión. Enseguida puso una en el tapete: eliminar, al menos, uno de los días festivos que tienen los alemanes. «Lunes de Pascua, Lunes de Pentecostés y San Esteban. Mis colegas de Francia e Italia se sorprenden constantemente de que tengamos esos días libres. Quitar uno de esos días libres beneficiaría enormemente a la economía alemana y no supondría una carga pesada para los empleados. Las festividades religiosas no deben ser tabú en el debate. En toda Europa, tenemos la mayor cantidad de días festivos en comparación con nuestros países vecinos», denunciaba Brossardt. El empresario bávaro tiraba de datos para reforzar su posición. «En 2023, un empleado alemán trabajó una media de 1.343 horas. Esto supone 92 horas menos que en Austria, 186 horas menos que en Suiza y 391 horas menos que en Italia», exponía citando datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de 2023. La cuestión es que si la productividad está estancada y las horas de trabajo por empleado son cada vez menores, resultará cada vez más complicado aumentar el PIB. Es aquí donde están poniendo el acento los políticos e instituciones alemanas, algo que pretenden maquillar acabando con un día festivo, como si eso fuera a cambiar algo sustancial en la economía. No obstante, una medida que, por ejemplo, en España sería bastante impopular, en el caso de Alemania puede hasta ser rentable en términos electorales aunque su impacto real en la economía sea mínimo. Los alemanes son los segundos europeos que menos horas trabajan a la semana, solo por detrás de los holandeses, cuando se habla de empleos a jornada completa, según los datos publicados hace unas semanas por Eurostat. Sin embargo, cuando se tienen en cuenta otro tipo de contratos (contratos a tiempo parcial, por ejemplo), los alemanes trabajan incluso menos horas, según la OCDE.
A nivel domestico, destacar que el sector público pierde el triple de horas de trabajo por huelgas que el privado hasta mayo. En los primeros cinco meses del año se ha producido una reducción de la conflictividad social, lo que no ha evitado que se pierdan más de tres millones de horas de trabajo por las huelgas convocadas en este periodo. El 73,8% de estas jornadas se concentran en el sector público, donde crece ligeramente el número de paros anunciados por los representantes de los trabajadores respecto a 2024 y el número de horas de trabajo perdidas ya triplica el volumen del ámbito privado. Entre enero y mayo, los empleados de las empresas o servicios de carácter público dejaron de desarrollar su actividad durante más de 2,36 millones de horas, es decir, perdieron cerca de medio millón de horas de trabajo al mes. En ese mismo tiempo, las compañías del ámbito privado una pérdida de 781.2200 horas de trabajo, lo que supone una diferencia significativa, ya que son una tercera parte de las acumuladas en las administraciones y las empresas de titularidad pública. No obstante, el conjunto de horas que no se han trabajado en estos meses estén lejos de anotar una cifra récord. El máximo de los últimos ejercicios se ubica en 2023, cuando el ámbito público dejó sin cubrir más de nueve millones de horas de trabajo, mientras que el privado no alcanzó los 1,3 millones en unos meses en los que estuvo muy afectado por el impacto de la pandemia del coronavirus y los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs).
En ambos casos, el volumen total se ha reducido considerablemente respecto al mismo periodo del año anterior, según recoge el informe de Negociación Colectiva elaborado por CEOE. Si bien, en el ámbito privado lo ha hecho en mayor grado con un recorte del 53,15% frente al 32,8% experimentado por el sector público. Estos datos son un reflejo de que la negociación colectiva está funcionando y que las condiciones que se recogen en los convenios colectivos que se van firmando son buenas y reducen la conflictividad.
Por otro lado, el gasto en nóminas del sector público llega a su máximo con 172.350 millones. En el año 2024, los sueldos del conjunto de los empleados públicos de todas las Administraciones Públicas (central, autonómicas y locales) alcanzaron los 172.350 millones de euros, un 5,4% más que en el ejercicio anterior. Se trata de un máximo histórico que viene precedido por subidas constantes que han oscilado entre el 4% y el 5% desde hace seis años, según datos de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE). Los mayores incrementos se produjeron en 2023, cuando se abonó a los empleados públicos un total de 163.373 millones, un 5,7% de aumento respecto a 2022. Y en 2019, cuando, con 134.769 millones destinados a nóminas públicas, hubo un incremento del 5,5%. En los años anteriores había subidas del montante total ejercicio tras ejercicio pero no tan abultadas, salvo algún salto concreto, como el que se produjo en 2008 respecto a 2007, año en que subió un 9,9%. Hay varias razones para explicar los aumentos elevados de los últimos ejercicios. En primer lugar, hay que tener en cuenta que se trata de una cantidad que afecta a las tres Administraciones Públicas. En la actualidad, el 61,4% de los empleados públicos españoles pertenecen a las comunidades autónomas las cuales aumentaron sus plantillas un 4,4% en 2024 respecto al año anterior, hasta alcanzar los 1,8 millones de trabajadores. De 2018 a 2023 las autonomías engordaron sus plantillas un 16,1%. A las administraciones autonómicas les competen servicios tan intensivos en mano de obra como sanidad, educación, justicia o servicios sociales.
Una mala noticia: Los alimentos vuelven a repuntar en mayo y ya son un 25% más caros que antes de 2022. La inflación general se modera al 2%, pero básicos de la cesta de la compra como las frutas, el café o los huevos siguen disparados
La inflación volvió a caer en España en mayo y encadena tres meses a la baja. Desde octubre de 2024 España no tenía una tasa de precios tan baja, con un Índice de Precios al Consumo (IPC) que se moderó al 2% en mayo y se sitúa ya en el nivel marcado por el Banco Central Europeo (BCE), según el dato confirmado esta pasada semana por el INE y que revisa una décima al alza la previsión. Esta cifra supone que los salarios pactados por convenio -que en mayo cerraron de media con un alza del 3,35%- están ganando poder adquisitivo. Esta moderación de la tasa de inflación se debe un mes más al abaratamiento de la factura eléctrica debido a la mayor generación de las renovables, pero también a que los carburantes y el gas tienen unos precios inferiores a los de mayo de 2024. Por otro lado, los paquetes turísticos también fueron otro factor que tiraron de la inflación a la baja. Nada que ver con lo que ha ocurrido con la alimentación, que vuelve a repuntar en mayo y se sitúa en el 2,5% de crecimiento respecto a un año antes, según los datos del INE. De hecho, el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa destacó en un comunicado que en el descenso de los precios registrado en mayo han tenido especial importancia «la favorable evolución de los servicios relacionados con el turismo, el transporte aéreo de pasajeros y el buen comportamiento de los precios de la electricidad».
Una sorprendente noticia bancaria: los españoles doblan sus ahorros en depósitos de bancos de la UE fuera de España desde 201o. El volumen de dinero colocado en estos productos transfronterizos alcanza los 12.500 millones.
Cuando se trata de ir a la caza de la rentabilidad más jugosa de un depósito bancario, los españoles están cada vez más dispuestos a mirar más allá de sus fronteras nacionales. Sobre todo cuando las entidades extranjeras afinan sus estrategias de publicidad y, también recurriendo a plataformas de ahorro, se empeñan en dar a conocer a un amplio público internacional el apetitoso rendimiento de sus productos. Los datos del Banco Central Europeo (BCE) reflejan un progresivo aumento de la migración del ahorro al extranjero: el volumen de dinero colocado en depósitos europeos por parte de los hogares españoles se duplicó en los últimos seis años, al pasar de 6.200 millones de euros a 12.500 millones. Una tendencia que vio un fuerte acelerón en el primer trimestre de este año, con una subida que acaricia el 32% frente a los últimos tres meses del 2024, un incremento sin precedentes. El cóctel que genera este impulso tiene varios ingredientes. Las fluctuaciones en los rendimientos de los depósitos reflejan los movimientos de Fráncfort en su política monetaria: cuando el BCE baja los tipos, las rentabilidades descienden, y, en cambio, cuando los sube, estas se elevan. Sin embargo, los bancos extranjeros suelen ofrecer rentabilidades más suculentas. De hecho, en el ranking compilado por el BCE de los 21 países con el tipo medio más elevado en depósitos a plazo fijo, España se queda rezagada.
A nivel bancario, y vinculado con el culebrón de la OPA que nos ocupa toda esta temporada, Banco Sabadell activa la venta de su filial británica TSB mientras BBVA presiona con su OPA hostil. La entidad catalana ha iniciado contactos con potenciales compradores como Barclays, HSBC o Santander UK, en una operación que podría reforzar su posición frente a la oferta hostil de BBVA, según Financial Times. Banco Sabadell ha iniciado los trámites para desprenderse de su filial británica TSB, en una operación que podría alcanzar entre 1.700 y 2.000 millones de libras (aproximadamente entre 2.000 y 2.350 millones de euros), según ha revelado esta semana el Financial Times. La entidad catalana ya habría distribuido documentación a potenciales compradores y algunos de ellos habrían accedido a una due diligence limitada, Entre los interesados en hacerse con el banco británico figuran pesos pesados del sistema financiero del Reino Unido como Barclays, NatWest, HSBC y la división británica de Santander. Las ofertas firmes podrían llegar a lo largo de este mes, lo que pone en marcha un proceso de desinversión con importantes implicaciones estratégicas. El movimiento llega en un momento particularmente delicado: Sabadell está actualmente en el punto de mira de BBVA, que lanzó en mayo una OPA hostil tras el rechazo de una oferta amistosa previa. Mientras el Gobierno español continúa evaluando la operación y posibles nuevas condiciones regulatorias, la venta de TSB podría ser una jugada defensiva clave por parte del equipo liderado por Josep Oliu.
Un contrapeso a la ofensiva de BBVA
La eventual venta de TSB podría reforzar notablemente la posición de Sabadell frente a la presión de BBVA. La operación permitiría liberar más de 100 puntos básicos de capital, lo que dotaría a la entidad de recursos suficientes para emprender nuevas adquisiciones en el mercado español o para retribuir al accionista, dificultando el atractivo de la oferta del banco vasco. Además, la desinversión reduciría el tamaño del balance de Sabadell, un elemento que podría restar atractivo estratégico a la operación de BBVA, que aspiraba a integrar TSB como parte del negocio global del grupo. El banco catalán adquirió TSB en 2015 por 1.700 millones de libras, en una ambiciosa operación de expansión internacional que se vio empañada durante años por problemas tecnológicos y de integración. No obstante, en los últimos ejercicios la filial británica ha comenzado a mostrar signos de solidez: cerró 2024 con un beneficio neto de 208 millones de libras, un 18,9% más, y se espera que en 2025 ese beneficio crezca un 15%, reforzando su contribución al grupo, que el año pasado fue de 253 millones de euros.