Día 3. Hacia el desierto

Archivado en (Sin categoría) por admin el 24-06-2012

En la boca del lobo

Si lo más temido por los mineros es el sol y el calor del asfalto, que puede llegar a ser diez grados mayor que la ambiental, la marcha del carbón se ha metido hoy de lleno en su larga travesía por el desierto. Sin embargo, salvo las ampollas que ya están aflorando y a las que rápidamente se les aplican las primeras curas de urgencia en la ambulancia que está integrada en la comitiva, los ánimos y las fuerzas aún están “frescos”, asegura Daniel Robledo, trabajador del Pozo Carrio. Va más allá, y tal vez en un arranque de la nostalgia que conlleva alejarse de casa, aunque sea a razón de veinte kilómetros diarios, especula si ello no se deberá “la brisa que todavía nos viene de Asturias, del puerto”. Con el viento a su favor o con el sol en contra, la marcha se ha mantenido más compacta que ayer en la subida del Pajares, una etapa en la que la pendiente había marcado claras diferencias de ritmo. Hoy el pelotón ha sido más homogéneo. Sin embargo, Daniel recuerda que “vamos a empezar a sufrir”. Mañana se mantiene la hora de salida a las diez, aunque se reunirán en Ciñera a las nueve, y está previsto llegar a La Robla hacia las dos.

Sorpresas en el camino

Luis Manuel Fernández sintió una inmensa emoción cuando vio aparecer, a lo lejos, en una curva, la silueta de su mujer, Almudena Ancares, que hace tres días le firmaba el casco de minero al salir de Mieres. La cercanía del trayecto Alto Pajares-Ciñera y el hecho de que sea domingo ha facilitado que en este día, quien más y quien menos haya estado acompañado por familiares y amigos.  Pero para esta pareja, el reencuentro ha significado celebrar en el camino sus doce años de casados. Y no han sido los únicos que han recibido felicitaciones. Víctor Santos cumple 32 años y su mujer ha venido “con la pitufina”, su hija Sofía, que le entrega un collage dedicado con su nombre y el de su hermano pequeño –“él no sabe escribir, pero lo he escrito yo por él”, aclara la orgullosa hija-.

 

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Autor: J.M. Pardo

Ciñera, un pueblo entregado

Ayer ganó la Selección Española, pero en Ciñera no han hecho mucho caso y las banderas de Asturias ondeaban –movidas, sin duda, por la brisa que aún llega de Pajares- por todo el pueblo. Antes de llegar la tropa de mineros, se masticaba la emoción en el ambiente. A algunos, como Ángel Alonso, que fue minero durante 43 años y hoy es casi octogenario, no les cabía la sonrisa en la cara. Su camiseta negra, que es la misma que muchos lucían hoy en esta pequeña población leonesa especialmente creada para la ocasión, reza: “Mi sangre es negra, mi herencia es minera”. Con ese mensaje en el pecho y la mirada brillante de emoción puesta en la carretera por donde están a punto de aparecer los mineros, es fácil de entender que Ángel te coja fuertemente del brazo y te diga, escueto: “Ya verás. El pueblo entero está ilusionado”.

Dicho y hecho. En el puente que da acceso a Ciñera se va acumulando gente, y de entre el barullo empieza a oírse una gaita que toca “Asturias, Patria Querida”. A lo lejos brillan ya las luces de los vehículos de apoyo, y los voladores llenan de pólvora el ambiente. La marcha minera entra triunfal al pueblo. Y desfila por la calle Príncipe de Asturias hasta llegar a la plaza donde le espera una Santa Bárbara engalanada, a la que, uno a uno, van ofreciendo los mineros sus respetos por turnos. Poco antes, en Villasimpliz, el alcalde quiso recibir a la marcha, pero no fue posible para no alargar más la caminata, y el regidor hubo de conformarse con saludarlos a su paso.

“No somos etarras”

Sin embargo, pese a la atmósfera festiva que otorgan treinta tortillas e innumerables bandejas de embutido de la zona y bollos preñaos que los vecinos han dispuesto en una gran mesa en la plaza de la Iglesia de Ciñera, en realidad nadie olvida el verdadero sentido de esta reunión. “En realidad es triste, no tendrían que tener que hacer esto”. Esther Rodríguez es una de las que ayer se acostó a las tres de la madrugada y hoy se ha levantado a las nueve cascando huevos y pelando patatas “para apoyar a los mineros”. Pero no solo sabe hacerlo cocinando. Es una de las mujeres –“e hija y nieta”- de minero que viajó hasta el Senado, en Madrid, para reivindicar la industria que sustenta su comarca. Así, explica sin atisbo de vergüenza cómo se quedó “en tetas delante de todo Madrid. La policía, la prensa…”. No pudieron entrar a la cámara alta con eslóganes de apoyo al carbón. Se ríe al pensar en que quizás la próxima vez debería llevar un sujetador con lemas de protesta, por si vuelve a repetirse la situación.

Para Oliver Rodríguez, que es ayudante de minero en Santa Lucía y tiene 33 años, tampoco le gusta que tengan que marchar los mineros hacia la capital. Y es tajante. “No somos etarras, somos trabajadores”, en alusión a la imagen que, en su opinión, se está formando parte de la sociedad española fuera de las zonas de tradición minera. Ciñera ha sido el escenario reciente de varias batallas campales. Esther Rodríguez cuenta como su hija Victoria, de cuatro años, tras salir del cole “asustada” porque habían entrado en las aulas pelotas de goma de los agentes antidisturbios, “le tiraba piedras al helicóptero cuando pasaba”. Las vías del tren discurren paralelas a la carretera y este tipo de munición primitiva está muy a mano en grandes cantidades.

Mientras muchos siguen disfrutando de la comida, Concepción Alonso, “Conchi”, sale de una casa con cara de felicidad, ropa limpia y el cabello mojado. “Negocié con una señora que me dejó ducharme en su casa”, cuenta esta participante en la marcha. “Estoy como nueva, yo ahora tiraba otra vez para Madrid”.

“Minerín”

En Golpejar, donde algunos mineros de las zona de Cangas del Narcea se han hospedado esta noche, algunas mujeres han encontrado la manera de hacer visible su apoyo al carbón y de paso, sumar un minero incansable a la marcha. Eso sí, de trapo.

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“Es un pin, un muñequín…”. Acepta bautizarlo como Minerín. La idea surgió ayer “y ya tengo cincuenta encargos de los de Ciñera”. Durante la pasada noche, tras ver algunos vídeos de Internet en que enseñaban a hacer broches de muñecos de distintas profesiones y decidir adaptar la idea, “hice para mis hijos y las amigas que venían, cinco en total, nos los pusimos hoy, y la gente le fue gustando…”, relata, un poco sorprendida por él éxito. Le quedan muchas jornadas cosiendo. Cada Minerín le lleva media hora aproximadamente, y los vende por tres euros. “No sé, a las que me hicieron estos encargos hoy tendré que mandárselos por correo…”. Pese a las dificultades logísticas, este adorno ya tiene su hueco en la marcha. Hasta que llegue el día de mañana, nada mejor que relajarse tocando el acordeón.

 

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